![]() |
| ¿Y adónde da? |
jueves, 30 de enero de 2020
martes, 28 de enero de 2020
Visita
La fuerza encontrada en el camino se me fue en cuanto se abrieron las puertas del ascensor. Cuarta planta. Desde la caja de metal se sentía el olor a orín mezcado con el desinfectante que no lograba arrancarlo del suelo. Ni respirar hondo pude antes de entrar.
Por las horas me fui directa al comedor; estaría terminando de desayunar, pero no: estaba de pie, agarrando de la muñeca a otra mujer, que la miraba también con cara de no entender. Y mi abuela se quejaba sin saber de qué, y al verme salió del comedor y me dijo que me fuera. "No, y así, y así, así, ya está...", decía en su murmullo inescrutable. No quiso agarrarse de mi brazo, como siempre, ni quiso ir a la habitación por el camino directo. Y se había hecho pis, llevaba el pañal mojado, y no le habían puesto las gafas, y se quejaba con que se quería morir sin saber qué es morirse.
Luego busqué en el televisor el canal de la radio y se convirtió en una palmera senil, todavía llorosa. Se animó de golpe al ir a la calle y a todo contestaba. Incongruencias, pero parecía haber recibido el soplo de Dios.
Se cansó rápido, por supuesto, y volvió a apagarse. Mirándola pensé que su enfermedad se me contagiaba: ya no encontraba recuerdos de mi abuela antes, sólo fragmentos borrosos e inaccesibles. Me pregunté si esas brumas se disiparían definitivamente también cuando mi abuela terminara por apagarse del todo.
jueves, 23 de enero de 2020
Microrrelato-s (II)
DETALLE: Mis dos amigas me regalaron una taza en la que pone "Juntas hacemos piña", y ahora no se hablan, pero yo desayuno cada día.
COTIDIANO: Me acordé mientras me suicidaba de que me había dejado el fuego encendido.
TAREA: Los
deberes de hoy son escribir un microrrelato en un máximo de ochenta caracter
SEGURIDAD: Siempre llevo en el bolso un cuchillo para terminar las citas, que hay mucho psicópata suelto.
SOBRE MÍ: Como hablo tanto, me dijeron que me mordiera la lengua, y como soy obediente, luego todo fueron gritos y llantos.
sábado, 11 de enero de 2020
La enésima vez
Es bonito el sexo. No sé para qué vuelvo a articular el discurso, si quienes me preguntan al fin y al cabo responden sin entender.
Es una suerte. Nacemos, morimos, y entretanto hay ratos de placer. Y es buena fortuna, así que me estremezco, claro, con esas etiquetas que lo afean.
Siempre hay amor en el sexo. No hablo de violaciones, hablo de sexo. Amor por uno mismo, por el calor y por el contacto; a veces, amor por alguien más. Y es una buena fortuna amar(se)(lo)(te).
Para un rato de placer antes de morirse y hay quien se empeña en mancharlo. Las palabras existen para usarlas, me dicen. Qué obviedad, y no las usan todos.
Cualquiera puede arrojar una piedra a la ventana, y en recogerla de la tierra siegan la flor.
¿Y qué si es esporádico, duro, salvaje, sin más, despecho, masturbación? Es sexo y una de las perlas brillantes de nuestra condición. ¿A qué tanto discurrir añadiéndole a la historia otra pátina de mugre con las mismas letras de un insulto?
Ustedes hablarán como quieran; también yo bajo la etiqueta suya de cerrazón. Acuéstense, siéntense, levántense, retocen, culminen como les plazca, y sepan que la postrera llega y que la suerte que tuvieron hay que abrillantarla. ¿Que escojan escupir en ella con sus palabras? Voluntad suya. Sólo pido que ante mí no la enturbien y, en sus ratos libres, después de las preguntas, ya ustedes por no querer sigan sin entender.
Es una suerte. Nacemos, morimos, y entretanto hay ratos de placer. Y es buena fortuna, así que me estremezco, claro, con esas etiquetas que lo afean.
Siempre hay amor en el sexo. No hablo de violaciones, hablo de sexo. Amor por uno mismo, por el calor y por el contacto; a veces, amor por alguien más. Y es una buena fortuna amar(se)(lo)(te).
Para un rato de placer antes de morirse y hay quien se empeña en mancharlo. Las palabras existen para usarlas, me dicen. Qué obviedad, y no las usan todos.
Cualquiera puede arrojar una piedra a la ventana, y en recogerla de la tierra siegan la flor.
¿Y qué si es esporádico, duro, salvaje, sin más, despecho, masturbación? Es sexo y una de las perlas brillantes de nuestra condición. ¿A qué tanto discurrir añadiéndole a la historia otra pátina de mugre con las mismas letras de un insulto?
Ustedes hablarán como quieran; también yo bajo la etiqueta suya de cerrazón. Acuéstense, siéntense, levántense, retocen, culminen como les plazca, y sepan que la postrera llega y que la suerte que tuvieron hay que abrillantarla. ¿Que escojan escupir en ella con sus palabras? Voluntad suya. Sólo pido que ante mí no la enturbien y, en sus ratos libres, después de las preguntas, ya ustedes por no querer sigan sin entender.
viernes, 10 de enero de 2020
jueves, 9 de enero de 2020
Prescripción
Anoche leí un poema impertinente:
se burlaba de mis pastillas
(o no de mis pastillas, pero sí
y sin duda de unas similares).
Tomo unas rosadas
(¿se burlaría también de ellas?)
que me prometen sin fallos
cada treinta días
mi sangre fértil.
Dejé de tomar las que vienen ahora,
pero saben a limón y suenan
a nana para mis noches eternas
de estar bajo la manta y ver
fantasmas sin sábanas.
Se mastican y luego se tragan
y al poco viene el borboteo
del grifo extraño del sueño.
No puedo seguir durmiendo de día:
la vida comienza por la mañana,
lejos del enjambre de las estrellas ensangrentadas.
Y las últimas
(sé a ciencia cierta
que de estas se reía)
son el seguro
para que haya regla programada
y sacar este cuerpo de la cama.
Ahora son gotas y tomo
tan pocos miligramos como creo
y saben a menta
y tres de ellas bastan para adormecerme la lengua
y tal vez un par más que guarden la puerta
entreabierta de mis cadenas
aunque a veces me posean
y me sienta sangrar y levantarme
no quiera.
Me hormiguea la lengua
a cambio de un poco de sol y agua,
a cambio del pulso de estar despierta.
Nunca voy a matarme.
Vivir, más no quisiera.
¿Y qué si mis pastillas
me alientan en la carrera?
se burlaba de mis pastillas
(o no de mis pastillas, pero sí
y sin duda de unas similares).
Tomo unas rosadas
(¿se burlaría también de ellas?)
que me prometen sin fallos
cada treinta días
mi sangre fértil.
Dejé de tomar las que vienen ahora,
pero saben a limón y suenan
a nana para mis noches eternas
de estar bajo la manta y ver
fantasmas sin sábanas.
Se mastican y luego se tragan
y al poco viene el borboteo
del grifo extraño del sueño.
No puedo seguir durmiendo de día:
la vida comienza por la mañana,
lejos del enjambre de las estrellas ensangrentadas.
Y las últimas
(sé a ciencia cierta
que de estas se reía)
son el seguro
para que haya regla programada
y sacar este cuerpo de la cama.
Ahora son gotas y tomo
tan pocos miligramos como creo
y saben a menta
y tres de ellas bastan para adormecerme la lengua
y tal vez un par más que guarden la puerta
entreabierta de mis cadenas
aunque a veces me posean
y me sienta sangrar y levantarme
no quiera.
Me hormiguea la lengua
a cambio de un poco de sol y agua,
a cambio del pulso de estar despierta.
Nunca voy a matarme.
Vivir, más no quisiera.
¿Y qué si mis pastillas
me alientan en la carrera?
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)

