Toda mi vida he sido delgada y, cuando era adolescente, me sentía acomplejada por ello (mis amigas tenían bastantes más curvas y yo sentía que no estaba bien desarrollada), pero, hace un par de años, gané algo de peso, y entonces sentí que todo el trabajo que me había costado aceptar aquel cuerpo flaco había sido para nada, porque tenía que esforzarme otra vez simplemente para normalizar mi nueva figura, más llena. Entonces me di cuenta de que, aunque estoy totalmente a favor del movimiento body neutrality e incluso del body positivity, subconscientemente me había estado sintiendo orgullosa de mi delgadez, aunque no me gustaba a mí misma.
Intenté aceptar ese cuerpo y me fui de compras porque no me cerraban los pantalones y tenía la sensación de que mi ropa ya no me quedaba bien. Aquello funcionó, pero por poco tiempo, porque seguía sin gustarme. Sabía racionalmente que, aunque estaba más gorda, no estaba gorda (y, si lo hubiera estado, tampoco pasaría nada malo, pero resulta que eso me lo creo para los demás, pero no para mí porque, ¡hola!, ahí hay más problemas de autoestima). Aun así, me sentía fea, y también tenía la sensación de que, por no estar realmente gorda, no tenía derecho a decir en voz alta que estaba acomplejada. Haber sido delgada toda la vida me quitaba ese derecho, porque ahora por fin pesaba más, ¡y eso no había arreglado mi percepción de mí misma! Entonces, ¿qué necesitaba para verme bien? Yo misma me daba la respuesta: un cuerpo diferente. Obviamente, tuviera el cuerpo que tuviera, le encontraría defectos y motivos por los que sentirme poco atractiva.
Llegaron los comentarios. Antes de la irrupción del covid, fui un día a depilarme las cejas y la esteticista me dijo: "uy, has engordado, ¿no?", a lo que yo respondí que sí. "Se te nota en la cara... Y, cuando te has dado la vuelta, te lo he notado en el culo". Siguió insistiendo en que yo había subido de peso hasta que le dije que, cuando estaba delgada, la gente me decía que tenía que engordar; ahora que lo había hecho, también me hablaban de mi peso. La coletilla de "pero estás bien" no suavizaba nada. Durante el confinamiento, un miembro de mi familia me preguntaba si había engordado en cada videollamada: "se te ve más rellenita". La verdad es que no, no había engordado entonces, sino antes, pero el comentario constante me sentaba como una patada. Durante todo ese tiempo, tenía la sensación de que la gente que me hablaba de mi cuerpo lo hacía con satisfacción, como si ellos ganaran algo porque yo ya no estuviera tan delgada. Todas estas "opiniones" me enfurecían porque me parece una grave falta de respeto hablar de este modo sobre el cuerpo de nadie, pero también me hacían sentir peor conmigo misma.
De todos modos, intentaba hacer de ejemplo, porque trabajo con adolescentes y es necesario que vean distintos tipos de cuerpos y los normalicen, así que me daba igual que se me viera la celulitis al sentarme cuando llevaba falda y me daba igual enseñar las piernas con el vello totalmente crecido, pero me avergonzaba que se viera un michelín, que la carne del brazo temblara al escribir en la pizarra. Siempre me había sentido mal por estar demasiado delgada; ahora me atormentaba haber engordado.
Mi relación con la comida empeoró. Me sentía vergonzosamente culpable cuando comía muchos carbohidratos, o sodio, o grasas. No me gustan las dietas, pero quería hacer una. Se me iba de las manos. Tuve que desaprender muchas cosas y aprender de nuevo cómo comer de forma saludable. Empecé a hacer ejercicio muy ligeramente, pero de forma bastante constante. Con el tiempo, comencé a sentirme algo mejor con mi cuerpo, que había cambiado otra vez y tenía un aspecto más sano, aunque nunca había dejado de estarlo. "Estás más delgada", me decían entonces. Tampoco me gusta ese comentario.
Todavía tengo miedo de otras formas que sé que llegarán naturalmente (algún día tendré un estilo de vida diferente que me impactará a nivel físico, seré madre, envejeceré), pero trato de aceptarlo. Supongo que ya llegará, pero estar expuesta constantemente a ciertas imágenes e ideas dificulta mucho el proceso. Cuando mi cuerpo cambie nuevamente, también me hablarán de ello aunque yo no quiera que nadie me diga nada. Espero saber apreciar de verdad mi salud por encima de mi aspecto entonces. El problema está en mis ojos, no en la carne. Ojalá poder taparme los oídos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario