lunes, 23 de agosto de 2021

La fuente

Ser una escritora torturada,

confeccionar con cada letra

el catálogo de mis penas,

derramar la juventud llorosa

irremediablemente,

confiar en la belleza

punzante,

confortable de la tristeza,


todo eso está reposando en mi carne,

en el blanco de mis ojos;

nunca podré decir que no fui secuestrada,

nunca podré vivir como si no hubiera sido secuestrada

durante nueve años

bajo la tutela abrumadora de los pesares,


pero quiero escribir con tinta nueva,

ofrecerte un pétalo de la esperanza,

asegurarte que ya he llegado a esa parada

donde los días reverdecen y las luces bailan.


Si soy capaz de hacerlo, en realidad,

no lo sé. Cómo voy a decirte la fragilidad

de un cascabel de nieve

desde las suaves puntas de la hoguera,

no lo sé. Pero cortarme el pecho,

volverme hacia fuera como un libro usado,

es simplemente como escribo.

Ahora que trepan las flores, que saco al sol mi jardín,

también he de volverme hacia fuera

como se arriesga y vierte el agua de una fuente fresca.

lunes, 9 de agosto de 2021

Manicura

A Hugo le gustaba mucho mirar las uñas pintadas de las señoras. En las cafeterías, con su mamá, se pasaba el rato observando el esmalte liso y brillante, granate o nacarado, la suavidad transparente, el barniz de iris que decoraban los dedos de las mujeres. También le gustaba ver el pintauñas desconchado de algunas manos, casi siempre pertenecientes a jovencitas que llevaban tanta prisa que no podían pararse a retocarse la manicura.


Hugo también se miraba sus deditos, finos y tiesos, y aquellas falanges, aquellos nudillos arrugados le parecían muy tristes sin acabar en color. Él se mordía las cutículas, roía los bordes de los dedos y se hacía sangre, pero nunca jamás tocaba las uñas, aunque fueran uñas aburridas.


No tardó en decidir pintárselas, pero tenía que ser en secreto, porque, por algún motivo incomprensible, nadie podía saberlo. Una mañana, temprano, sus padres aún dormían, y él se fue al lavabo en vez de a mirar los dibujos animados. Escogió el pintauñas naranja de mamá. Le hubiera gustado azul, pero no había. Abrió el frasquito y aspiró: hasta entonces, no sabía que el esmalte de uñas huele bien además de verse bien. Observó los pelitos del pincel, embadurnado en pintura naranja, y posó la punta sobre su dedo. Se pintó la falange entera: la uña era pequeña y el pincel era demasiado ancho. Angustiado, trató de arreglar el estropicio, y, en el movimiento de intentar lavarse las manos, tumbó el frasquito y un pequeño charco naranja se formó sobre el mármol. Hugo usó papel de baño, pero sólo consiguió esparcir más el naranja; y entonces, sin avisar, la mano de mamá, que llevaba las uñas sin color, pasó un algodón embadurnado en quitaesmalte por la encimera. Hugo tembló.

—No te preocupes, siempre cuesta aprender a pintárselas—dijo mamá.

En silencio, despintó la uña pringosa de su hijo y con veinte pasadas cubrió dos veces de color cada una de las uñitas de sus manos.

—Ahora te tienes que quedar muy quieto hasta que se te sequen.

Sin más, mamá salió del lavabo, y Hugo se quedó allí, sentado sobre la tapa del retrete, mirando sus uñas naranjas.

domingo, 1 de agosto de 2021

Clemencias del tiempo

Espío la tormenta desde detrás de la persiana,

escudriño las rendijas y las farolas son violetas

y las sombras de los árboles tiemblan

y la noche grita entre las nubes y aporrea las aceras con sus haces de plata,

se estrella a cántaros sobre el asfalto.


He salido a la ventana a juntar las manos,

he recolectado un pocillo de agua.

Tengo el pelo aplastado de lluvia

y la piel pegajosa y gélida

y una sonrisa de rayo definitiva.


Arrecia así,

es tan hermoso...


Los días de sol son así,

tan hermosos...


Que llueva este instante,

                            llueva y lluevo.

Al final todos somos huesos

y piel y carne

y algo de cielo.