Es imposible volverse ciega al espejo y es insufrible el hastío de saber que habré de habitar por siempre este cuerpo. Incluso muerta, la misma imagen será siempre la mía. Sólo quedará desvanecerse al fin de la memoria para escaparme. Mientras, seguir encerrada entre estas paredes de carne, detrás del rostro estúpido, presa del cuerpo inútil, viva en la apariencia detestable. Algunos compañeros que caen en la desgracia de encontrar su doble en el reflejo tratan de fugarse por la vía de la sangre; son capaces de rasgar la pútrida carcasa por perderse de vista, por acelerar el olvido en pos de la ceguera eterna. Después de borrarse de las mentes que quedan, supongo que se encuentra el único lugar donde zafarse de verdad de la dolorosa carga de ocupar el físico insultante.
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