domingo, 6 de octubre de 2019

Gilda

Gilda se tumba y parece una luna creciente. Se enrosca y se convierte en ensaimada. Se posa y es toda ella una esfinge. Acuchilla con los dientes, masacre con las garras. Cuando estamos solas duerme donde esté yo; en verano me rehuye, le doy calor; en invierno se acurruca como una bufanda blanda, y en la vibración de su respiración aletea una calma centenaria. Gilda se pasea, pequeña tigresa blanca. Vio salir dos por la puerta y ya sólo volvió una. Oyó la cerradura abrirse y temió durante la desvalijada. Pero su paso sigue siendo pluma y sus ojos miran con claridad desde el alba. Maúlla, se limpia entre las almohadillas, se roza y se queda en toda la casa. Gilda, mi compañera silenciosa... A veces me sorprendo porque no hablas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario