martes, 24 de septiembre de 2019

1º 1ª, 05:38

Modificado de septiembre de 2017

El insomnio es mal compañero de los viejos, pero compañero, al fin y al cabo. Anita dice que iremos al médico. Yo no quiero. Odio el olor asqueroso de la sala de espera, la forma en que me tratan, y el ambiente, todos allí para pudrirnos. Y no quiero un chequeo. No quiero tomas de tensión ni analíticas; sólo pido poder llevar a Miguel la colegio y recogerlo después, pasearme, jugar al dominó y dormirme. Dormir bien por las noches, pero a qué precio. Tomar el café después de comer con Anita, encontrarme con Jesús y Luis cuando vaya a por el periódico, necesito otra manta, así tengo frío, ver el partido con mi yerno, conducir al supermercado. Si vamos al médico, adiós a todo. Diremos que es por el insomnio, pero la receta serán más que pastillas para dormir. Encontrarán algo. No voy a permitir que parcheen para no irme al camposanto. Qué frío. Las seis, otra hora. Yo no quiero ir al médico, sólo estar vivo y dormir bien hasta que la almohada sea de madera.

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