En esta foto de aquí tenía quince años, era verano, había ido a la playa, me habían trenzado el pelo, una chica del colegio tomó la foto, sí, yo la puse en blanco y negro. Tenía quince años, una camiseta que me encantaba, me había pintado los ojos, llevaba raya verde, rímel negro, lo recuerdo. Me hicieron la foto en el terrado de casa. Eran días extraños. Me daba cuenta de cómo crecía, me daba cuenta de que no era normal esa tristeza, ese mirar las cosas con detenimiento, y me imaginaba en el futuro, aunque no de forma concreta. Las cosas llegarían, la universidad, las facturas, ser adulta, todo eso, pero no pensé en mis manos: ¿han cambiado, mis manos, tecleando como hacían entonces? Han pasado diez años. ¿Sabía yo, en realidad, lo que significa el número veinticinco? Ahora es invierno. Estoy en pijama. A veces sale la pregunta de qué le dirías a tu yo de hace tanto tiempo. ¿Qué le diría? Nada. Un abrazo. Son bonitas las trenzas.
viernes, 24 de febrero de 2023
lunes, 13 de febrero de 2023
Una carta no lleva título
viernes, 13 de enero de 2023
S, amiga mía:
No me acuerdo de cuándo fue la última vez que escribí una carta, pero sí nos recuerdo a ambas sentadas en la misma mesa, después de la comida, leyendo yo, hilando tú las palabras de amor sobre el folio lila. Qué cortas las palabras más grandes para decirlo de veras, para explicar lo profundo, abrirse el pecho a golpe de pluma, poder dar voz a lo que nos sangra. Te veía así, con tu letra infinitamente redonda, las aes son oes con un rabillo diminuto, y un círculo es infinito, tiene mil aristas y no tiene ninguna, la vida es tan corta y el amor es tan inmeso.
Yo quisiera escribir para ti una carta de amor. Ensarto con la misma aguja el discurso por palabras, coso en la página los botones, se me caen las comas al suelo amiga hay tantas cosas que tengo que decirte que no acierto a articular gracias por esperarme gracias por hablarme un momento yo las recojo, ya está, ya las tengo aquí en la mano.
Quería decir, amiga, que tú me diste las llaves de tu casa para que yo pudiera tenderme en tu cama, dormir un rato más para llorar un rato menos. Contigo (aunque tú ibas muy por delante) atravesé corriendo un aeropuerto. Contigo alquilo una noche en un apartamento sin más cerca de la playa para tumbarnos al sol sin tener que decirnos nada. Contigo iba a clases de inglés por las tardes, pobrecita la profesora, qué roja se ponía cuando la hacíamos enfadar. ¿Te acuerdas de aquellas noches de pijama? Tú te dormías antes que yo y te despertabas después. Esa oscuridad inescrutable de tu habitación, de verdad que no sé cómo te dormías estando tan oscuro, pero ahí cerraba la puerta tu madre, no me veía ni mis propias manos, y ahí nos hablábamos entre bostezos, qué cosas teníamos en nuestra infancia, qué desvelos después. Antes de ir al instituto, yo te esperaba mientras tú te quemabas el pelo con la plancha (total, luego te hacías un moño mal hecho, para qué se ha planchado esta chica el pelo durante diez minutos) e iba a tu casa y me sentaba en el váter mientras tú te duchabas. Yo me sentía tan sola entonces, tan sola tantas veces, a veces no me veía ni mis propias manos, pero tú respirabas, ya dormida, en la cama de al lado. Ahora trabajamos las dos y habrá oposiciones y nos vemos así como robándole un rato al día, amistad dándole esquinazo a todo eso que hay que hacer, amistad honesta de contrabando, cantando en el coche, llorando en el cine, andando juntas sencillamente. De todo me acuerdo: tú también conmigo.
En fin, dejo aquí la carta. No la cierro: la dirección ya la conoces, la puerta sólo está entornada.
- L
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)