Veintitrés es muy joven
(sí, lo es, lo es),
igual que es joven veinticuatro,
y veinticinco, veintiséis...
Pero ya en el espejo
tengo blancos en mi pelo,
marcas en las comisuras,
y entre las cejas una raya
que yo no he pedido,
que tenían que llegar más tarde,
que me recuerdan que veintirés es ser muy joven,
pero que no crezco:
envejezco;
y yo quiero ser muy vieja,
pero no todavía,
porque entre mis manos aún retengo
la esperanza de ser más bella,
si no mañana, otro día,
y los letreros y las opiniones
dicen que no fue, que no será...
Cuando tenga arrugas y canas,
cuando tenga muchas, cuando tenga más,
simplemente seré invisible
y dejaré de contar.
Tal vez mire las fotos, piense que sí fui hermosa...
que sí lo fui en un momento que no regresará.
Y así miro mi reflejo,
me examino con precisión,
y me lloro por no ser bella
vencida por la obsesión.
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