viernes, 5 de febrero de 2021

Mortis causa

Como no podía hablar, como nadie se detenía a escuchar, se le quedaban las historias atrancadas en la garganta, y aquello era sumamente molesto porque le costaba mucho tragar el agua o los alimentos. Lo de que no le saliera la voz, al cabo de los años, dejó de importarle tanto... A todo se acostumbra uno, decían. Bueno, a no poder sacarlo, sí. A no poder tragarlo, no. Sobre todo comenzaba a ser difícil aguantar esa sensación de tener piedras dentro del cuello... de tener una especie de bolas duras que se movían con la respiración... de notar cómo se iban multiplicando... Al final, hasta se le veían las protuberancias desde fuera, como pequeños y duros quistes pegados a la carne. Terminó teniendo que ir al médico cuando ya llevaba dos días sin poder siquiera beber una gota de agua. Trató de explicarse por gestos. Como siempre, no le entendieron y procedieron a hacerle un examen completo. Nada concluyente, habría que hacer biopsia. Pero no fue a tiempo; fue, directamente, autopsia. El paciente se había ahogado cuando aquellas esferas de su garganta no dejaron pasar ni el aire. Así que, en el depósito, lo abrieron para determinar la causa de la muerte, sin que a nadie jamás se le ocurriera que se había muerto de no poder explicar sus historias, y no fueron lo suficientemente avispados como para comprender, reunidos alrededor de la fría mesa metálica, que aquel largo, largo collar de perlas que le extrajeron de la garganta era, en realidad, un collar de palabras cristalizadas.

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