viernes, 13 de septiembre de 2019

Marco y lienzo


Ejercicio à la Cortázar.

Lo vi, como suele suceder, a pesar de no querer ver. Yo volvía de
El carnicero era un hombre muy, muy hablador. Subido a la
comprar el pan en la tienda de frau Schell, como todos los
tarima, detrás del mostrador, contaba historias a cualquiera
domingos, y me lo encontré en la cama, derrumbado en un sueño
que estuviera dispuesto a escuchar y también al que no.
resacoso. La noche anterior había salido. Le dejé una pastilla y un vaso
Uno entraba en la carnicería y el ambiente lo acaparaban
de agua en su mesita y, cuando vi que se había dejado el teléfono
entero el aroma de los embutidos y el discurso constante del
en la repisa de la entrada, también se lo acerqué. Vibró en mi mano,
señor. Poco importaba que hubiera terminado de atender a
la pantalla se iluminó. Axel, el desconocido, el hombre por el que no me
un cliente y que ese cliente se hubiera marchado; su monólogo
tenía que preocupar, el hombre contra el que no podía competir, el hombre
continuaba hacia el siguiente en la cola. Nosotros fluíamos, sus
con el que él salía de vez en cuando. El mensaje no tenía nada de sutil.
palabras eran constantes. Yo no sabía si hablaba tanto por la
Arrojé el móvil en el colchón, al lado de su cuerpo, al lado de la persona a la
afluencia del público o por una soledad enquistada. Aquella
que, por desgracia, aún amaba. Observé sin ver su silueta dormida, pesada
mañana llegué, como siempre, in media res. Sólo quería dos filetes
etílica y por primera vez me pregunté por qué lo seguí hasta su país, para
de ternera. De paso, me llevé un trozo de la verborrea. Contaba la
qué había servido abandonar la nada de mi casa para acabar en un hueco
historia de su hijo, que volvía al barrio después de un año sin
aún más vacío ahora, aquí, en un lugar que no era el mío, con un hombre
nada que hacer. A pesar de haberme ya marchado, no pude evitar
que ahora o, en realidad, no sé desde cuándo no era el mío, y a pesar de la
figurarme el mismo cuento desde la voz del hijo. Qué compasión.
ira y la ceguera y el dolor y el amor, no lo desperté. No sabía qué hacer.


Líneas impares: hilo 1.
Líneas pares: hilo 2.

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