martes, 16 de julio de 2019

La viejica


Sueño con pasar de los cincuenta y siete. Sueño con no tener canas, sino ya el cabello blanco. Quiero llegar a la edad de Séneca y de los paseos largos. Atravesar la línea y desechar para siempre los tacones altos. Tener en el espejo las telarañas colmándome los ojos y pensar en cómo pintar los labios adelgazados y en cómo maquillar los párpados blandos. Virar la mirada y poder decir qué putas las pasamos, pero es una buena vida. Contar también con mis amigos ancianos y hablar de días tranquilos y de días pasados. Quiero poder al fin decir dentro de la piel de un viejo: nunca lo fui, igual que nunca fui hombre y detrás del papel tampoco sé serlo. Ir envejeciendo y no dejar de cumplir años, colmar mis horas de instantes dorados. Acercarme a lo irreversible como quien encuentra un amigo. Tenerte a mi lado, diplomados en existencia, flotar contigo en una balsa de sapiencia. No volver al sexo porque nunca me haya despedido. Vestirme en las mañanas con vaqueros cómodos y sin renegar de la carne blanda, el vello ralo, transparente, los muslos escurridos, los pechos y las nalgas caídos... Llegar al día en presente más, más allá de los cincuenta y siete; y en mis ojos, que no son el mundo, como los de ella, en mis ojos oscuros el guiño de saber que, al final, incluso hubo días de buena suerte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario