Después de un tiempo soñándolo, por fin estás en Seúl. Encontraste vuelos directos baratos hace unos meses y eso fue lo que decantó la balanza. Estás felicísima de verte aquí, es como tener un sueño lúcido todo el tiempo y sabes que todo va a pasar demasiado rápido, y de golpe te plantarás en el sábado a las 06:45, cogiendo el autobús-lanzadera hacia el aeropuerto internacional de Incheon para soportar un vuelo de quince horas hasta El Prat - Josep Tarradellas, pero habrá valido la pena. Hoy mismo, esta mañana, habéis paseado por el arroyo Cheonggyecheon, precioso, queda muy cerca del hotel. Ha sido el primer día de buena temperatura desde vuestra llegada. Por el camino habéis visto tres garcillas; una tenía una pluma larga en la coronilla y parecía que se había hecho una coleta. Te está encantando Seúl.
Por la noche (os estáis yendo a dormir a una hora realmente indecente por el jet lag) notas picazón en el labio y te levantas corriendo para mirarte en el espejo del lavabo. Ves las malditas ampollitas, aún inofensivas. Esto te amarga la vida. No tienes alcohol para empezar a secarte el brote. Está contraindicado, pero a ti es lo que te sirve combinándolo con el aciclovir: bañas un algodoncito en alcohol y lo dejas empapándote el labio durante unos minutos varias veces al día, y así has conseguido algunas veces que no llegue a reventar el herpes. Tampoco tienes aciclovir, y al día siguiente tardarás mucho en dar con una farmacia porque en la zona del Bukchon Hanok Village no hay, y es lo que toca visitar por la mañana.
Odias tener herpes, lo cambiarías sin dudar por un cólico menstrual. Desde hace unos años, te acuerdas de una cosa cuando tienes un brote. Bueno, ahora que te has leído El Evangelio, de Elisa Victoria, te acuerdas también de que a Lali, la protagonista, le gusta tener herpes. Tú nunca vas a ser esa chica, tener herpes es la Mayor Mierda™, y deseas tanto que encuentren y administren una cura antes de que te mueras que te dan ganas de ponerte a rezar, aunque no sabes rezar. ¿Por qué te habrá salido esta vez: por la regla, por el estrés del vuelo?
La otra cosa de la que te acuerdas cuando te sale un herpes te pasó con veintiún años recién cumplidos, en la academia de inglés en la que trabajabas. Tenías un compañero que no te caía bien. No te acuerdas bien de su cara, pero crees que se daba un aire a Milhouse, quizás. Tampoco te acuerdas del nombre. ¿Jaume, tal vez? Te suena que era algo similar. Cuando erais estudiantes, un par de años antes, este Jaume iba a la misma clase en la academia que tu novio de entonces. Cuando lo dejasteis, el muy gilipollas le dijo a ti novio: "¿Y no te cabrea imaginártela follándose a otros?". Lo sabes porque tu ex te lo contó. Erais amigos a pesar de la ruptura. Te enfadaste tanto que quisiste ir a partirle la cara, pero tu ex te calmó un poco. Igualmente, desde entonces se la tenías jurada a Jaume, y cuando te enteraste de que ahora erais coworkers (por el amor de Dios, this is an English academy) casi te pones a vomitar, otra guinda más en el pastel de ese puñetero año. Es un tío que va a discutirte durante tus quince minutos de descanso que te guste más la versión en inglés de Con Valor de Mulán. También te hace comentarios alguna vez aparentemente inocuos para no poder acusarlo, pero lo suficientemente lascivos para que te quede claro que, cuando le dijo aquello a tu ex, se imaginaba a sí mismo contigo.
Un día llegas a la academia con un herpes, como si no tuvieras suficiente. Es el tercero ya en lo que va de año. Mientras preparas un poco la clase, él te mira desde la puerta de tu aula. "¿Qué habrás hecho para que te salga? What a bad girl". Lo dice sonriendo como el gilipollas que es. Lo miras sin pestañear, te imaginas todas las maneras para vengarte posibles. "Wouldn't you like to know". Te acordarás toda la vida de esto, cada vez que te salga un herpes aparecerá la vaga y francamente olvidable imagen de Jaume en el quicio de la puerta insinuando que tienes un herpes porque eres una guarra. También aparecerá la nítida fantasía de hundirle las uñas en el cuello y arrancarle la yugular, incluso ahora, en la cama del hotel en Myeongdong, recién despierta, feliz porque en un rato vais a ver Itaewon.