Me han dejado algunos regalos mis traumas
a consecuencia de haberlos sobrevivido:
tengo
un miedo cerval a desaprovechar mis días
y que se me pase así la vida, puf;
compruebo cuando duermen
que los que quiero aún respiran,
por si en una exhalación se funden y yo ya he llegado tarde;
lloro mucho, amo mucho,
a veces me acuerdo de unas manos que no quería
encima de mi cuerpo,
de una insistencia por abrirme
a pesar de mi llanto.
Me han robado por tantas veces mi deseo.
También tengo
que hacerme muy valiente para decirte a la cara lo que pienso,
y nunca quiero hacerte daño,
incluso cuando querría, no quiero.
Tengo los ojos puestos
en el ayer y en el mañana
en un mismo parpadeo;
tengo ojeras, ansiedad,
pinchazos en el pecho y en el cuello,
digestiones tristes, en silencio,
que revientan en exabruptos violentos;
necesitarte cerca,
tratar de ahorrarte el duelo
(distancia de seguridad: lejos);
volverme hacia ti, cerrarme en mí
y llorar una vez más
porque es un recuerdo.
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