He soñado con besos inflamados,
besos de labios prendidos, blandos,
roces de lenguas de cobre
que resucitaban el cuerpo en esquirlas de fuego.
Eran besos que me han dado muchas veces,
besos que no me han dado nunca,
besos que yo tenía
dispuestos en la boca
y que he regalado
de recuerdo, besos que me quedan y que se quedan
incrustados como espinas,
cofres voluptuosos,
tiernos ósculos en combustión.
La cara bella del azar está aquí.
Este beso es el lugar
donde habita el deseo,
en atrapar con los labios el labio,
y no en otra parte; aquí,
en la caricia suave,
en la boca contra la boca entreabierta,
se enciende
en un beso
el mundo entero.