Para la felicidad no se puede convencer con la violencia, no se puede herir con las imágenes,
no se puede agredir con las palabras,
porque a la felicidad sólo se la encuentra con paseos dulces, con cantares juntos, con el gesto amable. No es convicción cuando debajo hay miedo.
No es convicción cuando debajo hay pena,
simplemente porque el escozor y la herida no hacen libre: son cadenas.
Para hacer comprender es necesario dejar aire, dar espacio,
abrir un huequito en la tierra en que quepa la semilla puesta voluntariamente,
parida sin espinas,
escogida porque ha existido ese momento en calma, sobre la arena, para pensar verdaderamente las cosas y después
actuar en consecuencia.
Sin el limo para la serenidad
no hay decisiones plenas.
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