Tengo en una cajita blanca
cuatro versos sueltos,
una horquilla
y de pan unas migajas.
Tengo también un problema:
no sé dónde está la caja
y temo que, si no la encuentro,
voy a ser condenada
a no morder la corteza,
a llevar el pelo en la cara,
a no escribir más un poema,
a encerrarme en mi negra jaula.
Tengo una cajita blanca
ante mis ojos, intocable,
con una mariposa dentro
y una palabra amable.
No tiene ojos, ni cabello,
ni dedos ni piernas, pero tiene voz,
y aunque no la encuentro, me susurra...
en la caja está mi corazón.