Me despierto con el ruido del grifo abierto. Es tan, tan pronto que todavía es tarde. A mi lado hay un amasijo de sábanas y, debajo, un vacío. Te has ido hacia el agua. Con torcer la cabeza me basta: la luminosidad tibia de la pequeña luz de la cocina asoma por la abertura que has dejado para que la gata pueda pasar. A pesar de las pestañas enredadas y las mejillas calientes de dormir y del edredón pesando su sueño sobre la cama, no soy capaz de seguir aquí. Seguro que me has oído incorporarme y calzarme las zapatillas. No creo que sean más de ocho metros los que separan la almohada de la luz perpendicular. Me recuerda a las mañanas de mi infancia.
Te imagino un día, dentro de unos años, tratando de anudar una corbata o una pajarita, aunque creo que una corbata, con el cuello rígido de una camisa cara levantado, tapándote el cuello suave y milagroso. O tal vez no lleves nada de eso, es cosa tuya. No sé por qué, la habitación es espaciosa y está casi vacía, salvo por una alfombra circular, una cómoda, un sillón y un espejo de pie. Hay un enorme ventanal a la derecha y es sol de mediodía: qué bonito te sienta estar distraído y no saber que te miro desde esta noche.
Te sobresalto al abrir la puerta. Así que no me habías oído. Qué va, no con el ruido del agua. Llevas las mangas del pijama arremangadas y, en tu mano regada de jabón, está la esponja amarilla. ¿Estás lavando los platos? Ya ves. A estas horas... Era algo bonito para que te encontraras por la mañana. Es mejor tu carita dormida. ¿Por qué no te vuelves a la cama? Tú estás aquí y esta luz me encanta. ¿Qué hora es? No sé, de noche. ¿Quieres leche con cacao, calentita?
No sé si la escena se producirá como la veo. Es poco probable colocarte desde aquí una corbata sobre el cuello del pijama. Aunque estamos solos, la noche invita a hablar quedo, a una confidencia, a la sensualidad en la pereza. Le queda un rato al sol para salir y tocar el gran ventanal de la derecha. Mientras tanto, las tazas, las farolas amarillas, tú y yo, la gata, nos quedamos en la madrugada.
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